Ciego y mendigo a fuego cruzado

Sobrevivieron agazapados a la terrible balacera que se prolongó por más de 25 minutos. Su condición de personas en situación de calle hizo que pasaran desapercibidos ante un cerco policial fuertemente armado.

Ambos fueron mudos testigos del fuego cruzado que cobró cinco vidas y dejó a siete personas malheridas.

Se trata de los amigos Faustino Yuvano Uretemo (47) no vidente y Guido Javier Huarachi Condori (32) trotamundo, que la mañana del jueves se aprestaban a pedir limosna en la jardinera de la avenida Velarde cuando se desató el caos. El "cieguito" como dijo cariñosamente que lo llamaron, relató que preparaba un "bolo" cuando Guido le alertó que estaban asaltando la joyería. "Sentí mucho miedo porque ese rato se comenzaron a disparar y las balas pasaban por encima de nosotros", dijo el discapacitado. Reconoció que en principio temió perder la vida, pero ese momento se encomendó a Dios y comenzó a rezar y declaró que gracias a Jesucristo se encuentra con vida. "Me puse triste cuando mi compañero me comunicó que habían personas fallecidas y al rato se escucharon los gritos de dolor", describió.

Fue un cuadro doloroso. Huarachi, oriundo de Oruro, contó que lo primero que hizo fue resguardar a Faustino, quien en principio se negó y le increpó que salga del lugar y salve su vida. A los pocos segundos una astilla sacudió su pierna y se vieron aterrados por el fuego cruzado de ambos sectores. "Fue muy triste y pensé ese momento por qué la gente tenga que morir por cosas materiales porque al final todo se queda en esta tierra", dijo abrazando a su amigo en plena avenida Irala. El testigo describió "de película" el asalto a la joyería Eurochronos y señaló que el momento que entraron los encapuchados gritaron pidiendo a quienes se encontraban adentro que les entregaran el dinero y al poco rato llegaron los policías. Ambos dijeron que se conocieron de casualidad en el albergue hace cuatro días y que hoy por hoy Guido significa los ojos para Faustino, quien emigró del Tipnis porque su familia le echó en cara que era una carga y no había quién lo cuide.

El Día / Lubomir Endara Sanchez