Balean a un policía en Cobija en busca de un arma que no tenía


El uniformado se había quedado solo y sin arma en el puesto de control| Foto: Ruy D'Alencar

El uniformado se recupera en un hospital de la ciudad fronteriza con Brasil
Está vivo casi de un milagro. Todavía había sol cuando Juan Carlos Churqui, cabo de la Policía boliviana, se vio solo, desarmado y rodeado por tres delincuentes que cruzaron el río Acre desde Brasileia y le dispararon a quemarropa en su propia oficina del puesto fronterizo de Puerto Alto, en Cobija. Así lo cuentan los padres del uniformado.
Todo ocurrió en pleno 6 de Agosto, unas horas después de la sesión de honor de la Asamblea Plurinacional y del discurso que dio el presidente Evo Morales, a pocos kilómetros.
A sus 25 años, Churqui vio la muerte muy cerca. Él y una colega estaban de turno, pero a ella le tocó prestar apoyo a los actos oficiales. Así que él se quedó solo en una de esas casetitas de madera donde trabaja, sin arma y a lado de los barbechos que hay a orillas del Acre.
“Eran jóvenes, eran tres. Tendrían 18 años o un poco más. Hablaban portugués, yo creo que eran brasileños”, cuenta el cabo, ya fuera de peligro en un cuarto de hospital en la ciudad.
Al menos tiene cuatro heridas. Tiene la cabeza vendada porque debieron hacerle cuatro puntos en la coronilla. “Me dieron un cachazo primero, yo pensé ese rato que era un balazo”.

Según sus colegas, los delincuentes cruzaron el río tipo 18:30. Lo sorprendieron y le exigieron que entregue su arma. Pero Churqui no tenía. No había arma que quitarle.
“¡Arma, arma!”, recuerda que le gritaron. Entonces lo golpearon en la cabeza, abrieron fuego, tres a cuatro tiros de arma corta escuchó él. Lo hirieron.
Churqui tiene una herida vendada en la mano derecha, otras dos en la espalda: una más próxima a la costilla izquierda y otra más cerca de la región lumbar. No sabe bien cuantas balas le entraron.
Solo recuerda que en el piso se movió “como gelatina” para que no lo maten. “Tengo un hijo, les dije, pero no les importó”.
Su padre enseña las manchas de sangre en un auto que el cabo tenía esa tarde. Tras la fuga de los atacantes hacia Brasileia, el cabo trató de subir al vehículo y buscar ayuda, pero se desvanecía.
A pocos días de que el ministro de Gobierno, Carlos Romero, presentara a los cabecillas de una banda de brasileños llamada B-13, que, se supone, operaban para el cartel del PCC en Cobija, el ataque al cabo Churqui pone en relieve la necesidad de medidas de seguridad para esta frontera caliente.
En el hospital, sin resguardo especial, Churqui y su familia saben en carne propia de lo que es capaz el crimen.


El Deber / Ruy D´Alencar
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