Becarios bolivianos en Venezuela: “comíamos sólo verduras”; tuvieron que trabajar para sobrevivir



Becarios en Venezuela, forzados a trabajar ilegalmente para sobrevivir
La mesada que los becarios recibían “no les alcanzaba para nada” según cuentan, y eso les obligaba a tomar empleos clandestinos y malpagados. 74 titulados volvieron hace una semana después de 8 meses de trámites
Vendedores,   limpiadores, albañiles y otros oficios realizaron clandestinamente cientos de becarios bolivianos en Venezuela para subsistir. "La mesada no alcanzaba para nada;  comíamos sólo verduras”, cuenta uno de los  titulados que retornó la semana pasada junto a otros 73. La Escuela de Gestión Pública asegura que el Gobierno boliviano pidió a su par venezolano que cumpla sus compromisos "pero por ley  no podía destinar fondos públicos”.
Aún quedan en Venezuela 147  becarios. El sábado 2 de septiembre retornó al país un grupo de 74 titulados, que habían terminado sus estudios en diciembre y  abril. "Esos meses estábamos haciendo trámites que se retrasaron  por el cambio de autoridades  venezolanas”, dice María.
La flamante licenciada nacida en un pueblo beniano hace  27 años  pide guardar su verdadero nombre en reserva: "Aún tenemos que hacer la homologación del título acá, no quiero problemas”.
En 2006, mediante  convenio intergubernamental, Venezuela se comprometió a otorgar  5.000 becas   ALBA (Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América) a estudiantes bolivianos. El beneficio comprendía programas  de pregrado, posgrado "con todos los gastos pagados”. Hasta ahora se graduaron 900 bolivianos.
"Uno de los requisitos era que los beneficiarios no tengan en el país acceso a estudios superiores. El primer grupo de becarios se fue en 2006 y el último corte partió en 2013. Después las becas se suspendieron por la crisis que vive Venezuela”, explica Guillermo Delgado, responsable del programa de becas de la Escuela de Gestión Pública Plurinacional.
María fue parte del último grupo. "Postulé en 2011; presenté mis papeles y después me llamaron para entrevistarme con funcionarios venezolanos en Santa Cruz”, cuenta la joven beniana. Su viaje se retrasó en dos oportunidades y finalmente, ella y cinco becarios de oriente y occidente llegaron a Caracas el 4 de marzo de 2013, un día antes de la muerte del presidente Hugo Chávez.
"Nos distribuyeron en residencias de acuerdo a la carrera que íbamos a seguir y nos contactaron funcionarios de Fundayacucho, entidad responsable de los becarios internacionales. Al principio todo estaba bien”, recuerda.
Hasta  2013, los becarios que tenían residencia y comedor  recibían 600 bolívares y quienes no tenían esos servicios,  1.000 bolívares. Sin embargo, la crisis económica hizo que esos montos se devalúen rápidamente.
"Los últimos años especialmente la situación fue muy difícil para los becarios por la crisis de Venezuela: no conseguíamos alimentos básicos ni artículos de limpieza. Algunos tuvieron ayuda de sus familias pero no todos; en mi caso, mis papás son de escasos recursos; yo trabajé de lo que pude”, cuenta Carlos, otro de los titulados que   no devela su identidad.
"Por reclamar a veces nos tachan de antirrevolucionarios. No es así, estamos agradecidos por la oportunidad de estudiar pero también tenemos que decir que nos sentimos abandonados. Y aún hay compañeros en Venezuela en la misma situación”, dice.
La experiencia, sin embargo, fue distinta para Paola Cuentas, becaria paceña que se tituló en Gestión Ambiental en la Universidad  Bolivariana de la ciudad de Maturín en el estado de Monagas. Fue ella la encargada de dar el discurso a nombre de los bolivianos en el acto de despedida organizado por Fundayacucho.
 "El 2015 ya nos pagaban más de 50 mil bolívares y en esos años uno podía llenar un carrito de supermercado con ese dinero. Aparte el Ministerio de Educación nos pagaba la residencia. Los estudiantes de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM),  que son la mayoría, se quedan en la Escuela   donde tienen todos los servicios de desayuno, almuerzo cena, canchas deportivas, computadoras, bibliotecas es como un internado”, cuenta Paola.
En 2015, sin embargo, varios becarios bolivianos hicieron públicos sus reclamos por la precariedad económica en la que vivían en Venezuela. Prueba de ello son las solicitudes de ayuda  que enviaron a la embajada Boliviana en Venezuela y a la Escuela de Gestión Pública Plurinacional.
 "En 2015, incluso, hicimos una marcha. No sólo los becarios de Bolivia sino los de todos los países porque estábamos en una mala situación y no obteníamos respuestas. Entre otras cosas pedíamos que nos permitan trabajar para mantenernos”, recuerda María.
 Esa protesta que llegó al palacio de Miraflores dio paso a una negociación con Fundayacucho y a mesas de trabajo. "Pero al final no se llegó a nada y tuvimos que arreglarnos como podíamos”, añade.
Cuentas no supo de la marcha, ni tampoco de las protestas de los becarios. "Yo estaba en una ciudad tranquila donde no había los líos y las marchas de Caracas”, relata con el acento del oriente venezolano que ha adquirido.
En 2016, 130 becarios  bolivianos solicitaron públicamente ayuda económica al presidente Evo Morales. Entonces recibían 1.500 bolívares que -aseguraban- sólo les servían para” costear gastos de pasajes, fotocopias y compra de libros durante 15 días”. 
"La situación se volvió insostenible porque la entrega de víveres es irregular. Nuestros papás ni siquiera pueden mandarnos dinero pues por el cambio oficial del dólar apenas nos llegarían centavos. Estamos desesperados”, declaró uno de los denunciantes entonces a la red Erbol.
Ante los reclamos, una comisión de la Escuela de Gestión Pública viajó hasta Venezuela y tras una inspección pidió al Gobierno venezolano que suba el monto de las asignaciones básicas mensuales. "El Estado boliviano ha representado ante Venezuela pidiendo que se cumpla el convenio. No todo lo que se dice es cierto. Hay mucha gente agradecida con la beca. Es más, el año pasado se propuso a los jóvenes que vuelvan al país. No puede quedarse un boliviano allá en situación crítica; pero  ninguno aceptó volver. Y han decidido terminar sus carreras”, dice el funcionario Delgado.
"Cierto, nos dijeron que si estábamos tan mal nos volviéramos pero ya no faltaba nada para terminar. Cómo íbamos a regresar sin el título; así que yo y mis compañeros decidimos quedarnos, seguir trabajando y terminar como sea”, asegura Carlos.
Desde hace seis meses,  los estudiantes bolivianos reciben 70.000 bolívares; para referencia un kilo de arroz cuesta 12.000 bolívares y uno de azúcar, 10.000.  
"La  mensualidad que recibíamos no alcanzaba para nada por eso  los becarios tuvimos que trabajar en Venezuela aunque eso estaba prohibido para nosotros. Pedimos muchas veces ayuda económica a nuestro Gobierno”, cuenta María,  quien animó fiestas infantiles, hizo masitas para cumpleaños y hasta limpieza.
El contrato que firman los becarios establece que no podrán trabajar en Venezuela. "Todos tuvimos que hacerlo, por necesidad”, recalca María y Paola  coincide: "El trabajo nos  sirvió para ganar experiencia; yo di clases”.
"No me quejo por trabajar; sino por el abandono y el engaño de dos gobiernos. Prometieron y no cumplieron”; sentencia Carlos.
EGPP: Ninguno de los becarios ha aceptado volver por la crisis
El  Gobierno boliviano, a través de la Escuela de Gestión Pública Plurinacional (EGPP), ha pedido a Venezuela que cumpla su compromiso con los becarios y que aumente los estipendios mensuales. "También ha ofrecido a los becarios volver al país, pero ninguno ha querido”, asegura el encargado de Becas de la EGPP, Guillermo Delgado.
De acuerdo al funcionario, el Estado boliviano no podía destinar fondos de ayuda a los becarios en Venezuela, pese a las constantes solicitudes de los estudiantes. "El proceso de las becas implica un convenio que se eleva a rango de ley en cada país firmante. En ese marco, Venezuela está obligada a cumplir con su ofrecimiento.  Es una ley, Bolivia no puede destinar dineros;  pero sí reclamar, pedir cumplimiento y así lo hizo”, dice.
Ante los reclamos de los becarios, que datan desde 2013, la EGPP conformó una comisión para viajar a Venezuela y verificar la situación de los bolivianos.  "Se ha hablado con los becarios y se les ha ofrecido traerlos; pero no han aceptado.  La convivencia les ha ayudado porque no es voluntad de Venezuela estar mal  ni del  Gobierno boliviano dejar a nadie en el abandono”, recalca Delgado.
Considera que "la situación no es como la pintan en Venezuela” y que la mayoría de los becarios bolivianos están agradecidos "por la oportunidad de internacionalizarse”.
Tras la visita de la comisión, la Escuela de Gestión Pública solicitó y logró un  incremento a la mensualidad de los becarios "porque estaba baja”. "Venezuela ha compartido lo poco que tiene, en su momento estuvo muy bien y ahora pasan dificultades pero cumplen sus compromisos”, recalca.
Sobre los trabajos clandestinos e ilegales que tuvieron que realizar los bolivianos, el responsable de becas asegura no tener conocimiento oficial. "Ellos no estaban abandonados; además del Estado estaba siempre el apoyo de los papás, que han enviado dinero a sus hijos”.

Los becarios que regresaron  a Bolivia la semana pasada habían terminado sus estudios hace ocho y cinco meses; sin embargo, tuvieron que quedarse por retrasos en sus trámites.   
"Hay un proceso interno en cada universidad y viene el acto de graduación  y a partir de allí comienza el proceso de legalización de esos documentos que es precisamente lo que están haciendo ahora. El cambio de autoridades en Venezuela ha retrasado los procesos, por lo que hemos pedido que se agilicen los trámites”, declaró.
Testimonios
Carlos J. Becario en Venezuela
He sido vendedor y hasta albañil
Yo llegué en 2012 y la situación estaba bien. Todo era nuevo y estábamos emocionados por estar en otro país; pero luego la crisis nos llegó a todos. La mensualidad ya no alcanzaba.
Yo tenía que pagar mi alquiler en una residencia, además de movilidades y comida. No podía pedirles a mis papás porque ellos no tienen plata y tengo hermanos chicos; entonces tuve que trabajar.
He sido vendedor de café; también he repartido volantes y hasta he ayudado como albañil. Todo lo que podía hacer he hecho porque no es malo trabajar. Lo malo es hacerlo a ocultas, porque el contrato de estudiante me prohibe. ¡Pero qué iba a hacer? No había otra.
Por reclamar a veces nos tachan de antirrevolucionarios. No es así, estamos agradecidos por la oportunidad de estudiar,  pero también tenemos que decir que nos sentimos abandonados. Y aún hay compañeros en Venezuela en la misma situación, preocupa.
María R. Becaria en Venezuela
Deberían dejarnos  trabajar y estudiar
Pese a las privaciones, la desatención de nuestro Gobierno, creo que todos los estudiantes hemos tenido una gran experiencia. Yo siempre voy a estar agradecida.
Pero, si me dan a elegir hubiera querido que nos digan que nos llevemos plata. Yo sé que la crisis no es su culpa pero se podrían cambiar las cosas para que los estudiantes podamos trabajar, porque al final todos hemos terminado trabajando sin garantías y malpagados porque no éramos legales.
 Yo he sido animadora de fiestas y he hecho masitas para los cumpleaños y hasta me he disfrazado de payasita con una amiga. También, a veces, he hecho limpieza doméstica.
Pedimos ayuda a la embajada boliviana y al Gobierno pero durante mucho tiempo no nos han  dado ninguna respuesta. La mayoría éramos de escasos recursos, yo vengo de una comunidad en el Beni, y como yo otros. Hemos tenido que aprender a sobrevivir como sea.
Paola Cuentas Becaria en Venezuela
Si hay problemas, debes superarlos
Cuando uno es estudiante hay un objetivo, una meta, que es llevarte tu título más allá  de los problemas que puedes  pasar hasta  en tu mismo país.  Allá (en Venezuela) si hay problemas pero aprendes a hacer una familia para superarlos.
Se rompen las barreras de fronteras, de nacionalidades y entonces todos somos hermanos de Haití, de Guatemala, de Bolivia. Entonces, si no tienes carne te doy arroz o lo que necesites. Uno aprende a convivir y allí surge el aprendizaje como persona.  Empiezas a valorar tu país y familia y tienes ganas de volver y trabajar por tu país.
No cualquier país te va a abrir las puertas para que tú estudies. Tú decías en Venezuela que eras boliviano y te abrían las puertas, te invitaban un café, una arepa. Yo tengo familia allá.
Yo simpatizaba con el proceso pero ahora estoy convencida de que en Venezuela y en Bolivia hay que luchar por los beneficios que ayudan a todos, especialmente a los pobres.


Página Siete / Liliana Carrillo V
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