Médico Jhery Fernández: “No lo toqué, al niño Alexander ni lo he visto”



“Nunca tuve contacto con el niño”, dice el galeno que pasó de ser acosado en el sector de La Grulla a ser el doctor en La Posta. Ahora prepara la apelación a su condena.
“No lo toqué; al niño  ni lo he visto”, asegura el médico Jhery Fernández desde la   celda-consultorio que  ocupa en el sector La Posta del  penal de San Pedro. Ha pasado allí casi tres años, que deben ser 20, según la sentencia que se le ha impuesto por el delito de violación que presuntamente derivó en la muerte del bebé Alexander. 
Al final de unas gradas y laberínticos pasillos, paquetes de algodón e implementos médicos se abarrotan en las paredes de la celda. Un foco blanco suple la luz natural, que aquí no entra.
Apenas cabe  una mesa que cumple rol de escritorio, una camilla en la que el doctor atiende a la población del recinto y un banquillo de plástico donde me siento. Desde esa misma camilla -en la que incluso atendió un  parto- el sentenciado a 20 años de cárcel por la muerte del bebé Alexander  asegura:  “Me han puesto una mordaza”.
El estigma de un delito que insiste en  no haber cometido se ha convertido en una condena  impuesta hace tres años y de la que no ha podido defenderse de forma pública por la reserva que rige desde los primeros peritajes del caso. “Me siento impotente, quiero hablar y decir a la prensa lo que está pasando”, sostiene.
 “Eres el violador, el mata niños... Ahora vas a ver lo que te va a pasar”, fueron las frases con las que reos y policías lo recibieron el 14 de diciembre de 2014, cuando la audiencia  cautelar determinó su detención preventiva. Cuenta que aquella noche -la primera que pasó en San Pedro- en medio de la oscuridad fue conducido a un pasillo frío y mal oliente  llamado La Grulla.
¿Cómo fue cuando llegó?
¿Sabes? Si entras por violación, maltrato  o asesinato de niños  te ponen bajo la ley del talión. Aquí manda  el ojo por ojo y diente por diente. Por más que seas inocente, te quieren hacer lo mismo de lo que te  acusan. En cuanto llegué me han llevado a La Grulla, un sector  donde están, a modo de castigo,  los internos más agresivos y peligrosos. Es un pasaje pequeño y ahí  viví seis meses.

Tres meses estuve bajo sombra, es decir que no salía para nada de esas cuatro paredes donde no entra la luz. Tuve que tender un cartón sobre los baños de piso para que esa sea mi cama. De ahí salían olores y bichos que se metían en  mi comida.
 Los policías tenían órdenes de sacarme cada noche  cinco minutos para ir al baño; pero muchas veces el oficial me decía que se había olvidado y después de dos a tres días recién iba. No me bañaba ni tenía ropa limpia ni nada que leer, estaba totalmente aislado y  los otros  me trataban con recelo. Cuando salía, me empujaban, me gritaban o me maltrataban, me amenazaban... “vas a ver ahora”, me decían. No sabía qué día o qué hora era, estaba arrinconado...  para qué recordar.
Ahí me visitó el fiscal (Edwin) Blanco, el que ahora es  departamental. Quería que firme un documento  asegurándome que  me iba a ayudar y que “facilito iba a salir”. Yo no quise  ni leer el papel porque en la audiencia él había  cambiado mis declaraciones, mintió e incluso me  amedrentó para que me declare culpable. Discutimos fuerte, hasta que vino un policía y ahí supe que había entrado sin decir que era fiscal.
¿En qué momento lo incriminaron en el caso? ¿Qué contacto  tuvo con el bebé Alexander?
Primero, quiero decirte  que hay testigos y peritos que durante el caso afirmaron que no hubo agresión sexual. Segundo, debo decirte que no estaba presente en el lugar de los hechos. Al niño ni lo he visto, no lo he tocado, no hubo nada de contacto. Muchos incluso me dirán que cómo es posible eso si yo estaba a cargo.
Toda el área de  hogares de la Gobernación tiene casi cuatro manzanas. Yo pernoctaba en el instituto IRI, que  queda en la calle 5 de Obrajes,  a dos cuadras de distancia del hogar (que entonces se llamaba Virgen de Fátima) que está en la calle 3, en medio está el centro Erik Bulter o IDAI. Han testificado personas del IRI, donde estaba yo el momento que la Fiscalía dice que ocurrieron los hechos.
 Cuando salió la supuesta violación según una de las forenses, sin base alguna me acusaron, dijeron que yo era el único varón en el lugar. Se me ha tomado los isopados para hacer las pruebas genéticas que hasta ahora no tienen  resultado.  
    ¿Qué pasó esa mañana?
Yo estaba haciendo una curación a una niña parapléjica en el IRI y en ese momento la enfermera del hogar  me llamó. Contesté: “Lola, ¿qué ha pasado?” y se cortó. Le devolví la llamada pero no contestó. Terminé la curación y salí rumbo al hogar. A la enfermera del IRI le dije: “Parece que en el Virgen de Fátima ha pasado algo porque me han llamado pero no me contestan”. Le avisé que estaba yendo a ver qué pasaba.
Corrí las dos cuadras. Cuando llegué al hogar estaba vacío, no estaba la enfermera. Allí hay 10 salas donde podían estar y  por eso  me paré en el patio para ver si salían. Fui a la enfermería, tampoco estaban allí. En eso hay otra llamada en la que la enfermera ya me dice que evacuó al niño Alexander porque se puso mal. Le pregunté qué había pasado,   por qué no me habían esperado. Me respondió que como yo estaba lejos y el niño no podía respirar, se lo llevó.
Le reclamé diciendo que debía dejar que lo revise y ella sólo repitió que no había tiempo, que era una emergencia y en esos casos la instrucción era no esperar al médico para la evacuación. Eso es  porque ahí no hay equipos para reanimar o atender una emergencia grande.
 En todo eso yo no he tenido contacto con el niño, para nada.  Hay testigos que  en las audiencias han confirmado lo que te digo. Entiendo que cualquiera puede decir que ésta es mi versión, pero están los nombres de los testigos,  puedes ir a buscarlos,  te van a contar.
  Pese a las contradicciones se ha llegado a una sentencia.
 Yo pensaba que en un juicio todos se ponían  en la misma balanza y el juez estaba en medio impartiendo justicia para todos, pero no fue así. Ha habido momentos en los que la Fiscalía, a vista de los jueces, ha amenazado, amedrentado y hasta insultado a los testigos que dijeron que  no había la agresión sexual. Incluso hay documentos de  una de las jueces pidiendo garantías al Consejo     de la Magistratura por presuntas amenazas. Si ella estaba temerosa, imagínate qué seguridad tenía yo al someterme al juicio. Y no sólo tiene que ver la Fiscalía, sino toda la parte querellante e incluso el Ministerio de Justicia.
Me han acusado de pedófilo por ser hombre y a los  34 años ser soltero y sin hijos. En una audiencia en la que se dijo que no se encontró muestras de semen,  argumentaron que  era porque yo era  impotente sexual. Han mentido, me han usado.

 De a poco, en  tres años de detención Fernández se ha ganado la confianza de los reos que pidieron su traslado de La Grulla a La Posta para que pueda atenderlos sin  reja de por medio. Muchos de ellos piensan que él es inocente.
Durante esta charla  la puerta del consultorio no dejó de sonar. “¡Jhery, Jhery, doctor! le llamaban los internos.  Antes de despedirnos reafirma: “Voy a apelar”.

PAGINA SIETE /  Leny Chuquimia
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