Chile ya perdió una guerra con Bolivia
Frente a la
estrategia atrevida, provocadora y efectista de Bolivia, Chile ha confiado en
la fuerza legal e histórica de sus argumentos –correctos frente a los jueces,
pero lejanos y confusos para la opinión pública-, utilizando canales
tradicionales y reactivos.
En julio del
2014, Bolivia lanzó el “Libro del Mar”, documento que explica su histórica
demanda, y que fue entregado a líderes mundiales y presidentes. Exactamente dos
años después -en su primera acción comunicacional de gran escala-, la
Cancillería chilena publicó su propio texto: “Vocación de Paz”. Este lujoso
libro de 250 páginas en español e inglés, relata la historia de su política
exterior y la relación con sus vecinos. La publicación ya la recibieron los
presidentes latinoamericanos que participaron en la Cumbre de la Alianza del
Pacífico en Puerto Varas.
Si bien se ha
negado que este sea un “antilibro del mar” -el texto no se centra en la demanda
boliviana, pero sí la toca-, lo poco innovador y creativo de la iniciativa no
deja espacios para pensar otra cosa. El Canciller Heraldo Muñoz lo justificó
afirmando que “será un instrumento importante de la diplomacia pública de
nuestro país. La política exterior tiene que renovarse, adaptarse a los nuevos
escenarios, y la nuestra lo ha hecho”. Pero lo que se está haciendo es
justamente lo contrario: la Diplomacia Pública implica entender que para lograr
influencia, un país ya no puede relacionarse únicamente con las élites, sino
que tiene que dialogar con la opinión pública mundial. “Vocación de Paz”, en
cambio, es una herramienta propia de la diplomacia tradicional, pensado para
las elites informadas y racionales.
Bolivia, por
el contrario, siempre actúa pensado en el impacto en “la calle”. La última
prueba de esto fue la visita de su ministro de Relaciones Exteriores, David
Choquehuanca, a puertos chilenos.
El 15 de
julio pasado, Chile lanzó un video en el que explicaba la contramemoria ante la
demanda boliviana, asegurando que ese país cuenta “con el más amplio y libre
tránsito comercial por los puertos chilenos”. Tres días después, y para
desmentir en terreno ese argumento, Choquehuanca realizó una bien planeada y
mediática visita a los puertos de Arica y Antofagasta, acompañado por 30
periodistas. Y la Cancillería chilena cayó en la provocación: en vez de dejar
que la delegación altiplánica entrara sin problemas al puerto de Arica, y que
su “inspección” tuviera un impacto acotado, se le prohibió el acceso.
Choquehuanca, rodeado de cámaras de TV, tuvo que esperar más de seis horas, lo
que le dio polémica y conflicto a la visita, transformándola en noticia.
Pese a que
las autoridades chilenas minimizaron el impacto internacional de la
controversia, la cobertura fue mayor que la tradicional. La noticia apareció en
diarios de España, Ecuador, Colombia, Estados Unidos, Perú y Argentina.
Aunque
todavía faltan años para el fallo del Tribunal de La Haya, Bolivia ya ganó una
trascendental batalla: la comunicacional. Frente a la estrategia atrevida,
provocadora y efectista del país altiplánico, Chile ha confiado en la fuerza
legal e histórica de sus argumentos –correctos frente a los jueces, pero
lejanos y confusos para la opinión pública-, utilizando canales tradicionales y
reactivos.
La demanda en
La Haya es un tema complejo, que no interesa ni al público ni a los medios
internacionales, y es poco lo que se puede hacer para transformarla en noticia
positiva. Chile debe pensar en el escenario post La Haya, y desarrollar una
estrategia de largo plazo, moderna, audaz y novedosa, que utilice sus numerosos
activos comunicacionales.
Actualmente,
toda nación interesada en ser escuchada destina recursos y pone como prioridad
las relaciones con la prensa y los públicos globales. Hoy, Chile le paga a tres
agencias de comunicaciones extranjeras para generar noticias positivas.
Nuevamente se está siendo reactivo. Esos recursos deberían ser empleados en
tener agregados de prensa profesionales, con experiencia y destinados en
mercados estratégicos. Estos encargados de promocionar la imagen país deben ser
escogidos a través de la Alta Dirección Pública y no según las demandas de los
partidos o de las cercanías familiares o de amistad del Presidente de turno.
Juan
Cristóbal Villalobos, Periodista.
El Libero
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8:55:00 a.m.
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