El Katanas ya es solo escombros

1 de Octubre de 2016

En un recorrido con la prensa, se evidenció que había espacios ocultos tras tapices y paredes falsas. También una extraña imagen a la que Cámara rendía culto.

El night club Katanas fue demolido. Ayer, en el último recorrido del local que hizo la propietaria del inmueble junto a la prensa se constató que había escondites detrás de paredes falsas cubiertas con tapices y la extraña escultura de una mujer con una calavera en la mano.

"Hay paredes falsas donde las meten a las chicas cuando Migración y la Alcaldía hacen sus operativos”, denunció hace tiempo Nohemy Cámara, quien comenzó un proceso por trata y tráfico  a su padre, Marco Cámara.

 A las 10:30 de ayer Nohemy y su abogada, Paola Barriga, aporreaban la puerta lateral del local. La jurista explicó que la Fiscalía levantó el precinto y la Alcaldía les concedió el permiso para demoler la infraestructura porque su cliente es la legítima propietaria. Pero no tenían una llave del local.

 Cuando iban a tumbar la puerta una mujer habló desde adentro. Al rato salió, era la abogada Carla Terán, dijo que se encontraba allí para efectuar un embargo preventivo en favor de su cliente que ganó un proceso laboral por 1,3 millones de bolivianos contra su exempleador, Marco Cámara. Cuando se le preguntó quién le abrió, no supo responder.

Barriga, molesta, contestó que no se puede embargar un bien que no le pertenece a Cámara. Dentro del local había un varón que según Barriga fue arrestado. ¿Qué hacía allí?, era la interrogante.

En la planta baja una habitación tenía corrido el tapiz. En vez de pared había una venesta que cubría un angosto espacio oculto. "Éstas son las paredes falsas que denunció mi cliente y querían ocultar”, resaltó la abogada. Luego, caminó hacia los tubos de pole dance y una ducha con cubierta transparente. Retiró una tabla que daba a toda la parte baja del escenario de los bailes eróticos.

 En la planta superior, se descubrió  una minúscula puerta detrás del tapiz de una habitación y otro espacio oculto cubierto por una tela detrás de un sillón.

 Douglas Borda, abogado de Marco Cámara, informó que esos lugares son depósitos. "No son paredes falsas. Son puertas claramente de otros colores que no estaban ocultas”, explicó.

Sobre las mesas de las habitaciones privadas había tragos a medio tomar, paquetes llenos de cigarrillos, frazadas en los sillones como si alguien hubiera pasado allí las últimas noches.

También sillones de tapiz rojo y en las paredes se pintó a hombres con cabezas de cabra (como Baphomet), de perro (como Anubis), de cocodrilo (Sobek), de halcón (Horus) y  de escarabajo (Jepri), entre otros, que sostenían relaciones sexuales con varias mujeres.

Una amplia habitación  funcionaba como vestidor y había  aún ropa, tacones y una muñeca de trapo sin rostro en un casillero. Y las manillas que recibían las trabajadoras cada vez que sus acompañantes pedían tragos y un enorme sapo de yeso con la boca repleta de colillas de cigarro. 

En el cielo raso pintaron una suerte de Anubis con las fauces abiertas, entre el fuego, y la inscripción "Katanas” con letras grandes.

 Pero la imagen que más llamó la atención fue la de una mujer que salía de una especie de portal. Tenía los ojos oscuros y en la mano izquierda una calavera que parecía mirar hacia la puerta de ingreso. En el marco del portal había uvas, rostros pequeños y grandes de personas.

 Barriga contó que el día de la inspección con la Fiscalía Marco Cámara se arrodilló ante esa imagen con una reverencia, por lo que se cree que le rendía culto.

 Cerca del ingreso también se observó una luminaria de un radiotaxi de la empresa Vip.

 A las 12:00 un grupo de obreros subió al techo a través de uno de los hoyos que había en la pared de la segunda planta. Comenzaron a retirar las calaminas una a una. Por la tarde un tractor destrozaba las paredes de lo que alguna vez se confundió con un museo egipcio.

Esa misma jornada a Marco Cámara le tocó pasar de la cárcel a celdas judiciales, a un hospital por una descompensación y de vuelta a su celda en San Pedro.

Pagina Siete