El dinero se hizo gas, quedaron el desempleo y los elefantes blancos



La maleza está ganando terreno y el olvido lo está dañando de manera casi irreversible


El dinero dejó de fluir por la caída del precio internacional del petróleo. Si antes recibían 1,5 millones de bolivianos por día, ahora no tienen para concluir gigantescas obras  ni para mantener la planilla que tenían.
Todo ha cambiado. La billetera gorda ha enflaquecido. La ‘hemorragia’ económica ha cesado y desde hace dos años en la provincia Gran Chaco empezaron a ajustarse los cinturones y acomodarse a la nueva realidad.
Ante esta situación están saliendo de la oscuridad las fortalezas, los errores y los derroches que se cometieron en la época de bonanza. Ahora, quienes gobiernan esta región, están aprendiendo de nuevo a vivir con el dinero justo, con los recursos que gotean, lejos del diluvio económico que permitió atender necesidades históricas que tenía la población, pero también ejecutar obras impensables como pavimentar un río o construir un coliseo para jocheo de toros, que solo se lo utiliza una vez al año y que ahora está siendo devorado por la vegetación bronca del chaco boreal.
Los tres municipios de Gran Chaco, Villa Montes, Yacuiba y Caraparí, gracias a la Ley 3038 perciben de manera directa los ingresos por la venta del gas que estaba guardado en su suelo. Cada uno de ellos se hace del 15% de los recursos que en su mayor apogeo permitió que, cada día, tengan para gastar Bs 1,5 millones. Toda una fortuna que ya no va más porque los precios internacionales del petróleo, a los que está indexado el precio del gas, han estado en picada y, a decir de las autoridades regionales, también ha ido mermando el bolsón de las reservas gasíferas, lo que ha dado una estocada mortal a los ingresos económicos. Tanto han disminuido la danza de dólares que, de aquellos Bs 1,5 millones diarios de los mejores tiempos, ahora apenas se reciben Bs 300.000 en promedio.
“El presupuesto que teníamos para un mes ahora lo tenemos para un año”, coinciden varias autoridades en estos municipios.
Gilmo Cardozo, secretario del gobierno regional de Yacuiba, dice que tiene mucho trabajo, que este proceso de transición de gobernar con menos recursos es complicado porque ya existía una estructura acomodada para el tamaño de billetera que existía.
Cardozo hace memoria. Recuerda que el 2014 ingresó por año Bs 400 millones y para este 2017 el presupuesto bajó a Bs 110 millones para la Subgobernación de Yacuiba, y que para todo el Chaco el POA llegará a Bs 300 millones, una cantidad muy inferior a otros años cuando el presupuesto llegó a superar los Bs 1.100 millones.
Ante esta realidad, explica, se están priorizando proyectos de inversión pública y recortando los gastos corrientes. “Hemos despedido personal. De 800 trabajadores ahora solo quedan 350”, dice como una de las medidas que ya se han tomado.
Cardozo también revela que ya no se está siguiendo la política de asistencialismo de otros años, cuando se daba bonos, se hacían fiestas y ferias en las comunidades, situación que, a su juicio, los ha adormecido porque la gente esperaba todo del Estado. “No se planificó bien. Ahora se pretende corregir lo mal que se hizo. Se hicieron muchas cosas buenas, pero también hubo una borrachera de recursos”, dice, y pone como ejemplo la construcción del rodeo que costó más de Bs 40 millones, una especie de coliseo que se encuentra en la comunidad de Palmar.
“Es una mole que también parece un circo romano”, dice un habitante de Yacuiba.
Palmar está ubicado a 20 km de Yacuiba y el Rodeo es una mole que, a lo lejos, parece un coliseo o una plaza para corrida de toros. La naturaleza reina con el canto de las aves y a lo lejos se escucha el repicar de unas campanitas que cuelgan del cuello de las cabras que se buscan la vida dentro del monte. Por las lluvias de las últimas semanas la maleza ha crecido y literalmente está invadiendo el rodeo. El gran patio donde se desarrolla el espectáculo es una maraña de maleza y con telas de arañas. Desde ahí se puede ver que una parte del techo de la parte superior de las graderías ya no existe. El viento, el sol y el agua van cobrando sus facturas. A 200 metros de esta infraestructura de concreto existe otra obra que ha quedado a medio construir. Se trata de un centro para ancianos.
En Yacuiba el hospital de tercer nivel que empezó a ser construido el 2013 está interrumpido y solo se están haciendo obras menores. Cardozo dice que han hecho gestiones para que pueda ser concluido a finales del 2018.
En las calles, la gente exige que esta obra, que es considerada prioritaria, llegue a su fin, aunque muchos coinciden en que se han equivocado de lugar, puesto que está muy cerca del aeropuerto.
Al margen de esa observación, Cardozo dice que se está esperando un desembolso para reiniciar los trabajos en el hospital y que ahora se hacen algunas obras complementarias para que no se deteriore.
Pero no todo fue malo. Uno de los proyectos estrella que se hizo fue la producción de uva con apoyo del sector privado, asegura Cardozo. “Se capacitó, se dio asistencia técnica,  se ha investigado en 12 variedades”, afirma con orgullo.

Caraparí
“Caraparí ya no es la aldea de hace 10 años”, enfatiza Willman Peña, alcalde de esta población, que tiene 16.000 habitantes en todo su municipio, de los que solo 5.000 viven en la zona urbana. El resto está repartido en sus 50 comunidades.
Peña considera que el municipio que él dirige es uno de los más afectados porque, a diferencia de Villa Montes y de Yacuiba, Caraparí no tiene otras fuentes de ingreso. Para ejemplificar el impacto de la crisis económica, pone como ejemplo que sus ingresos mensuales provenientes de los recursos gasíferos cayeron de Bs 23 millones a Bs 3 millones. “El año pasado llegamos a percibir Bs 380.000. Fue el momento del mayor desplome. Antes había para gastar Bs 1,5 millones por día. Se había estructurado un aparato administrativo que ahora la gente ya no quiere soltar”, enfatiza.
Frente a ese panorama, el alcalde ya ha tomado varias medidas. En la época de bonanza la Alcaldía destinaba para el desayuno y almuerzo escolar Bs 14 por cada alumno. El alcalde primero bajó este monto a Bs 8 y, a pesar de eso se hizo insostenible. Por eso ahora solo paga Bs 3,5, lo que ha permitido bajar de Bs 12 millones a 4.
Con los ingresos del gas también se había puesto en ejecución el servicio de transporte escolar, que consiste en que a partir de los tres kilómetros de distancia en que se encuentre la casa de un alumno hasta su escuela, el municipio debe transportarlo en un vehículo motorizado. Pero los gastos económicos se hicieron insostenibles, y de los Bs 9 millones que demandaba el servicio se ha disminuido a Bs 3 millones. “No se ha perdido calidad en el servicio, incluso ahora atendemos más rutas. Todo indica que había sobreprecio”, advierte.
El edificio de la Alcaldía queda al frente de la plaza principal y se trata de una obra moderna. La crisis ha hecho también que se despida a muchos trabajadores. “De 600 funcionarios quedan 380, y a quienes se quedaron se les bajó un 30% de su salario y ha contemplado desde al alcalde hasta el último funcionario”.
Quedan muchas tareas por hacer, dice el alcalde, y entre esas cosas está el habilitar el quirófano del hospital porque hasta ahora no se pueden hacer cirugías. “Se han hecho buenas obras. Se ha invertido en educación y hay centros de salud por todos lados. El problema es que no hubo un crecimiento planificado. Se construyeron obras muy grandes para una realidad que no requería ese tamaño de infraestructura y, en muchos casos, estas presentaron falencias estructurales. El colegio de Agua Blanca, al segundo año de inaugurado, se le cambió la teja y se puso calamina. Se construyeron 17 centros para mujeres emprendedoras. Esos lugares paran vacíos. Faltó proyección y planificación del desarrollo”.
Peña cuenta que el alcalde se reunía con los dirigentes de las comunidades y les decía: “Tienen que presentar tres proyectos por comunidad”. Muchos optaron por obras que no eran fundamentales y que no ponían énfasis en la parte productiva. “No pensaron que se iban a terminar los recursos. No se trabajó en empresas ni en industria. No se hizo nada en eso”, lamenta.
Ahora que no hay dinero, el alcalde siente la falta de que no se hubiera comprado motoniveladoras para el mantenimiento de las calles. Solo tiene una y dice que se le empaca cada tres días. Empacar quiere decir, arruinar. “En vez de comprar preferían alquilar. Pero ahora no hay dinero para eso”, lamenta.

Y no hay dinero para muchas cosas, especialmente para generar trabajo. Juan Cruz está sentado en la plaza principal. Está sin trabajo desde hace un año porque una empresa constructora lo ha despedido. El alcalde sabe que, como Juan, hay muchas personas que ya no tienen un sueldo seguro. Dice: “Había cualquier cantidad de trabajo. Mucha gente de afuera vino aquí, abandonaron los potreros. Ahora quieren volver a cultivar sus tierras”.
Peña aplaude las cosas que se hicieron bien, como la infraestructura carretera. Pero también es crítico. Cuestiona, por ejemplo, que se hubiera pavimentado los arroyos cercanos a Caraparí, que se los hubiera convertido en canales de drenaje, revestidos de cemento. El alcalde cree que debió haberse hecho otro tipo de trabajo, dado que hay otra forma de cubrir los cauces. “Es una quebrada que no reviste problema de inundación. Hay mucha plata invertida ahí. Puro cemento”.
Caraparí tiene un centro de esparcimiento y de paseo, que en su momento fue aplaudido por la población. Se revistió de cemento la quebrada Liberato y a los costados, a lo largo de un kilómetro y medio se construyó un paseo con banquetas y faroles, ruta peatonal y ciclovía, con una jardinería diversa y semáforos para cochecitos de carrera, quioscos y animales silvestres de cemento. Pero ese lugar ha caído en desgracia. La vegetación y el olvido lo están destrozando y no recibe visitas.

“Hemos querido reactivarlo, pero es poca la población en Caraparí y no conseguimos que vayan hasta allá. No hay respuesta de la gente, dicen que es muy lejos. Está con maleza porque apenas tenemos a cinco funcionarios para el mantenimiento de las áreas verdes en todo el municipio”, explica el alcalde que, así como critica esta obra, resalta otras, como el asfaltado del 90% de las calles, el alcantarillado y el gas domiciliario.
Villa Montes
En Villa Montes, Freddy Rosales, secretario general del gobierno municipal de esa ciudad, dice que sus ingresos bajaron más del 50% y que el techo presupuestario de años anteriores era de Bs 300 millones y que el POA de ahora es de Bs 150 millones. Frente a esa situación, asegura que la actual gestión se caracterizó por buscar oportunidades en tiempos de emergencia.
“Esto nos hizo retrasar en todos los objetivos. Estamos asumiendo una política agresiva para tocar puertas a los ministerios, al Gobierno nacional y a la Gobernación con la premisa de decir, si no tenemos recursos ahora, busquémoslos, dejemos de llorar, de quejarnos. Eso nos llevó a conseguir financiamiento. Por cada boliviano que hemos invertido, hemos logrado captar cuatro con otras instituciones”, enfatizó, orgulloso.
Dijo que la Alcaldía de Villa Montes ha tratado de dar continuidad a las obras que dejó la anterior gestión, siempre que las mismas tengan la legalidad y que todo esté en orden legal y técnicamente.
“Hay obras ventilándose en estrados judiciales y paralizadas: el mercado Abasto, que presenta fallas y falta presupuesto para su conclusión. Otra obra que no tiene presupuesto es el hospital de segundo nivel. Ronda los Bs 40 millones. Hemos priorizado otras como terminar el colegio Ismael Montes y lo hemos conseguido, como también en servicios básicos, alcantarillado y agua potable en los barrios Bilbao y Marzana”, explica.  

En las calles de Villa Montes, Yacuiba y Caraparí, la gente está enterada de que los ingresos por los hidrocarburos han caído y que hay menos dinero en la región. Muchos coinciden en que después de 10 años de bonanza, quedan varias enseñanzas sobre el manejo económico, que se han hecho muchas obras pero que no se pensó en que después iban a necesitar dinero para su mantenimiento, y que no se ha invertido en obras que sean capaces de generar riqueza ni mano de obra constante.
Las obras monumentales e inconclusas dejan frustración en los habitantes, que miran cómo recuperar la bonanza.


El Deber / Roberto Navia Gabriel

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