Gobierno del MAS, el más corrupto de todos
Carlos
Pablo Klinsky Fernández*
La corrupción en la política es entendida como un mal uso
de bienes y servicios del poder público, para obtener algún beneficio adicional
de manera ilegítima; se entiende en el mismo marco al mal uso del poder público
para conseguir una ventaja ilegítima, podemos hablar de su antónimo como
transparencia.
Las maneras de corromper pueden variar en muchas formas,
pero las más clásicas son los sobornos o coimas, el tráfico de influencias, las
extorsiones, los fraudes, la malversación, la prevaricación, el caciquismo, el
padrinazgo, la cooptación, el nepotismo, la impunidad y el despotismo. También
es cierto que la corrupción desde la acción o inacción, generalmente facilita a
menudo otro tipo de delitos criminales como el narcotráfico, el lavado de
dinero y la prostitución ilegal, entre otros.
Para entender el título del presente artículo y poder
soportar una afirmación tan rotunda, me gustaría acudir a Max Weber desde su
obra La ética protestante y el espíritu capitalista, que marca el inicio de la
Sociología como disciplina científica; que la política y la burocracia contemporáneas
progresan al eliminar el factor personal, justamente porque convierten la labor
desempeñada en una tarea sometida a visibilidad y fiscalización: lo importante
no es el individuo que la ejecuta, que sólo es alguien que debería ser solvente
pero a la vez sustituible, lo decisivo es el correcto cometido que todos
podríamos llevar a cabo si estuviéramos preparados para dicha función. En el
sistema pensado por Max Weber, un empleo público, un cargo en la administración
o un puesto político no son recursos patrimoniales que sirvan para otorgar
favores o despachar presentes, sino una ocupación reglamentaria que se ejecuta
para beneficio de la sociedad.
El pasado 2016, Bolivia ha obtenido 33 puntos en el
Índice de percepción de la corrupción que publica la organización Transparencia
Internacional, ocupando el puesto número 117 de 136 del ranking anticorrupción.
Su puntuación ha descendido en el último informe, lo que significa que los
bolivianos perciben un incremento de la corrupción en el sector público del
país.
Es bueno aclarar que este tipos de índices miden la
percepción de la población con respecto a la corrupción del aparato estatal en
su país, por lo tanto los bolivianos creemos que nuestro gobierno es muy
corrupto, especialmente el del Movimiento Al Socialismo, el más corrupto de
todos según una comparación básica entre los años 1996 y 2002, cuando el puesto
de Bolivia en este ranking variaba entre el 36 y el 89. Desde el año 2003
–cuando el MAS comienza a dominar la política en este país- al 2016, el puesto
de Bolivia fluctuó entre el 106 y el 122.
Cuando pretendemos entender qué pasa en la mente de los
bolivianos, nos enfocamos en los siguientes casos de corrupción: visas chinas,
la diversión del otrora ministro de agua Mamani, los 33 camiones de
contrabando, el escándalo Santos Ramírez, corrupción en la Aduana Nacional, el
caso Lotex, la compra del avión presidencial, la extorsión a los menonitas, el
caso Vías Bolivia, la construcción de la carretera del Tipnis, el caso de la
Planta de Separación de Líquidos de YPFB, el caso Ostreicher, los casos
terrorismo, el caso Zapata, el Fondo indígena, etc.
Pero la corrupción no queda ahí, me refiero a la lista de
casos de corrupción, esto es más grave de lo que pensamos. Analizamos estos
casos y percibimos que existen denominadores comunes en todos ellos: el
principal, la corrupción nunca llega a manchar o dañar la imagen del presidente
–a excepción del caso de la Sra. Zapata-; un segundo factor, son negocios
millonarios, de números impensables para un boliviano común –por ejemplo, el
desvío en el Fondo Indígena fue de 6,8 millones de dólares-; un tercer factor,
la habilidad del partido dominante para hacer saltar el fusible más débil –por
ejemplo, al Sr. Santos Ramírez-.
Lo decepcionante de esto, donde me permito -con las
disculpas del caso- emitir un juicio de valor, la cultura política de los
ciudadanos de este país acepta y se silencia ante esta situación; el gobierno
del MAS ha logrado que la corrupción sea una práctica de uso normal y
cotidiano.
La corrupción, sus formas y maneras, no son monopolio de
ningún país ni de ningún gobierno, pero la corrupción es como una enfermedad,
existen varios grados o niveles y en este momento Bolivia pasa por una epidemia
crónica, una situación no controlada. Lo más preocupante es que al parecer que
no encontraremos el antibiótico para este mal en el corto plazo.
*Senador demócrata
Gobierno del MAS, el más corrupto de todos
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