Funcionario lleva 52 años en Alcaldía sin faltas y retrasos




Mario Colque en la puerta de la Alcaldía de La Paz. Foto: Erbol.

Lleva más de medio siglo trabajando en la Alcaldía de La Paz y nunca tuvo retrasos ni faltas. El mensajero auxiliar Mario Colque cumplió “casi 70 años”de edad –como él mismo dijo- el pasado 19 de enero y se emocionó hasta las lágrimas por el reconocimiento de los periodistas y sus compañeros de la institución que lo albergó durante 52 años de trabajo.
“Nunca he tenido atrasos, faltas, nada”, aseguró orgulloso Mario, quien por décadas se encarga del archivo de los periódicos que se llevan a la Alcaldía de La Paz.
El servidor público ahora disfruta el reconocimiento de sus compañeros y allegados, además tiene a su esposa y dos hijos de quienes dijo sentirse contento por sus logros profesionales. Sin embargo, la vida no fue siempre generosa con el funcionario.
De niño, en los años ’50, se vio obligado a salir de su comunidad en la provincia Camacho para ir a la sede de gobierno e intentar que alguien lo contrate para ganar algo dinero.
“Vivía en la calle, dormía en la calle”, recordó.
Mario, que había perdido a sus padres, trabajó de cargador, ayudante en la venta de comida y también en el barrido de calles. Esta última actividad sería la que lo llevaría luego a trabajar en la Alcaldía.
“Tenía un amigo barredor, a él le ayudaba a trabajar. Una semana, un mes le ayudaba y un día me dice el amigo: ‘¿chico, por qué no vas a trabajar? Yo te voy a ayudar’”. Así Mario comenzó en el servicio de limpieza urbana en la gestión del alcalde Ángel Gómez García, aunque no tenía paga.
Siendo adolescente, continuó barriendo calles ad honorem, y no era el único. Afirmó que como él  había otros menores de edad y también adultos que limpiaban las calles sólo con la esperanza de ingresar algún día en planillas.
Su primera paga se hizo esperar. Incluso el jefe lo echó del servicio de limpieza, pero el persistió con el apoyo de sus compañeros. Esperó y recién cuando Armando Escobar Uria llegó a ser alcalde, Mario  recibió un salario. “Un día ha salido mi sueldo y feliz pues, mi sueldo era 25 bolivianos así”.

Luego, fue llevado a trabajar a la Alcaldía central, primero en un puesto temporal. Recordó que su jefe en limpieza anunció que se necesitaba un portero en el edificio edil, porque el encargado estaba saliendo de vacaciones. La autoridad buscó al más cumplido y eligió a Mario. 
Cuando llegó el encargado regresó de sus vacaciones, Colque se alistaba para volver a limpieza, pero los amigos que hizo en la Alcaldía central tenían otros planes para él: lo invitaron a quedarse como mensajero.
Desde entonces. Mario se encargó de manejar los periódicos. Su cargo lo hizo conocido entre los periodistas que constantemente están en la Alcaldía para su trabajo diario.
Contó que antes del “boom” de la tecnología, su jornada laboral comenzaba a las seis de la mañana. Debía recoger los periódicos y repartirlos en la Alcaldía, incluso algunas veces debía “corretear” para llevar ejemplares a la casa de los alcaldes. Después debía continuar su trabajo hasta que se envíen boletines desde la institución edil, lis cuales se hacían con máquina de escribir. Así su jornada laboral terminaba de noche.
En esa etapa conoció al alcalde Escobar Uria, a quien recuerda como una persona estricta que quería todo urgente.

Más allá de Escobar Uria, el funcionario Colque no tiene recuerdos especiales de otros alcaldes, a pesar de haber visto a muchos ocupar el principal cargo edil. Haciendo esfuerzo de memoria recién pudo mencionar a Ronald MacLean y Ricardo Sánchez. Aseveró que sus relaciones con los alcaldes no pasaba del saludo y alguna felicitación ocasional.
Sin embargo, agradece a todos los alcaldes por mantenerlo en su trabajo. En una actividad que usualmente depende del partido de turno, Mario reconoció que tenía miedo a ser despedido cuando habían cambios de administración, pero su lugar siempre fue respetado.
La mayoría de su vida Mario la pasó en la Alcaldía. Ahora, siendo ya de la tercera edad sabe que su tiempo de dejar el trabajo podría estar cerca y eso lo entristece. Quiere tanto a su labor que incluso piensa que una vez jubilado volvería a trabajar sin paga, como lo hizo de adolescente. “Me gusta mi trabajo, en la casa no puedo estar, voy de vacación y salgo nomás a trabajar, ahí veces digo el día que me voy a ir, no sé, otra vez volveré a trabajar ad honorem”.
Erbol

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