Jorge Arias: ¿Por qué no voy a ver una vez más a mi hija?
Sisy Arias
era tripulante del vuelo de LaMia que se estrelló cerca de Medellín. Su papá
abrió su corazón, contó sus vivencias y habló de haber vivido el límite del
dolor
Habla muy
bajito, casi no se lo puede escuchar. Jorge Arias, el hombre fuerte de la
televisión, el que surgió desde abajo y logró construir una empresa junto a sus
familia, ahora intenta seguir viviendo. Se hace miles de preguntas. No consigue
dormir en las madrugadas. Desde hace 20 días ha visto amaneceres soleados,
nublados y lluviosos. El recuerdo de su niña: dulce, noble y callada (como él
la describe) lo golpea en cada uno de sus instantes. “Ahora tomo ansiolíticos.
Me despierto igual de madrugada, pero puedo volver a conciliar el sueño. Algo
ayudan”, confiesa.
“El avión,
los segundos o minutos antes del impacto, que el piloto nunca hubiera dicho que
estaba en problemas, si el impacto fue repentino o si hubo segundos de
sufrimiento… Todo puede pasar, pero cuando me detengo a pensar que nunca más
voy a ver a mi hija, esa es la parte crítica. ¿Por qué no la voy a ver una vez
más? Entonces, es cuando nos damos cuenta de que la muerte es el límite de la
vida y que caminamos todos los días con ella; que convivimos con la tragedia,
como si esta esperara que tropecemos”.
Nos recibió
en su oficina. Ya no quiere dar entrevistas, pero accede a este diálogo. Fue
una conversación en la que él vació todo lo que vivió desde el momento en que
supo de la tragedia y se fue a Colombia con el único objetivo de traer de
vuelta a casa a su pequeña. Supo la noticia de madrugada y partió a Medellín al
día siguiente, en el primer vuelo que encontró. Junto con él viajó su hijo
Junior y la mamá de Sisy. Ella partió segura de que vería a su hija con vida.
Al llegar a
Colombia, un sicólogo y un vehículo los esperaban. Les preguntaron a dónde ir y
la mamá de Sisy quería recorrer los hospitales en busca de su niña. Fue uno de
los picos de dolor, porque Jorge y su hijo tuvieron que decirle la verdad: la
joven piloto ya no estaba. “Yo no quiero ir a un hotel, quiero buscar a mi
hija”, decía esta mujer fuerte. “Entonces, la pega nuestra, que ya sabíamos lo
que había pasado, fue decirle que todo había terminado. Ella preguntó: ‘¿Ya la
tienen? ¿Ya la han identificado?’. Entonces la vi quebrarse”.
En Colombia,
el hombre de voz grave, que presenta noticias desde los años 80, se limitaba a
acompañar las gestiones de su hijo mayor, Junior. “Él lloraba cuando no lo
veíamos y cuando aparecíamos nosotros, estaba firme como soldado. Sus ojos iban
a saltar de rojos, pero él estaba firme, tranquilo. Llamaba por teléfono, decía
lo que teníamos que hacer. Yo solo miraba, parecía un idiota”.
El límite del dolor
Medellín era
el lugar del reencuentro con Sisy, pero tuvieron que esperar tres días hasta
ver su cuerpo. “Fueron los tres días más largos de mi vida”. Allá vivió lo que
él describe como el límite del dolor, cuando la herida sangra, pero ya no
quedan fuerzas para llorar. Ellos, la familia Arias, habían presionado para que
les entreguen el cuerpo de la copiloto del vuelo de LaMia. No fue sencillo y el
temblor de sus cuerpos reflejaba la angustia que sentían, la ansiedad de
abrazar a su pequeña, la niña que subió al avión cargada de ilusiones.
“Yo sabía lo
que le iba a decir, pero cuando entré ¡no supe lo que pasó! Recuerdo que yo
escuché los gritos más terribles de mi vida, que yo jamás di. Me asusté a mí
mismo. Tenía la impresión de que hablándole bien fuerte, de repente me podía
escuchar. Le dije: ‘Papa vino a buscarte, vino a recogerte y hubiese ido al fin
del mundo para llevarte a casa, ahora vamos a casa...’ Pero, obviamente no me
escuchaba. La veía, sus manitos…Estallé y no sabía qué iba a hacer, que grité
hasta quedar ronco. Después de haber visto que ya no nos escuchaba, ya no nos
esperaba… Le dije a su mamá: ‘Vamos’. Ya su mamá y su hermanito habían
estallado también. A eso yo lo llamo el límite del dolor: cuando usted siente
que se desangra, pero ya no tiene aliento para llorar, porque está adormecido”.
Tras ese
encuentro tan terrible, Jorge dijo que salieron y pidió ir a un lugar donde
hubiera mucha gente, a sentarse y tomar algo. El sicólogo, cuyo papel fue
fundamental, los llevó a un lugar muy concurrido. Cuando subían las gradas para
ir al restaurante, se cruzaron con una joven, “era igualita a mi hija”. Se la
mostró a Junior y ambos se quedaron mirándola. Cuando llegaron al restaurante y
se sentaron en una mesa, muy cerca de ellos, se sentaron dos muchachas. “La que
estaba frente a nosotros era igualita a mi hija. Sus labios eran Sisy, su nariz
era Sisy, sus ojos eran Sisy. Junior me dice: ‘Papá, mire eso’. Yo la miré y me
daba vergüenza porque no quería ofenderla. Miraba para otro lado y volvía a mirarla.
Entonces le dije al sicólogo: ‘Creo que mi hija nos está persiguiendo, no
quiere que nos vayamos…’. Fue rarísimo, muy coincidente”.
“Cuando
volvimos, ya había un viceministro boliviano y se celebraba una misa por las
víctimas del vuelo. Queríamos volver ya a Santa Cruz, pero nos dijeron que lo
haríamos al día siguiente”. Retornaron a bordo del avión Hércules de la Fuerza
Aérea Boliviana. Ellos, los tres, tenían pasajes en Avianca, pero estaban
convencidos de que no iban a dejar sola a Sisy, así que llegaron junto con ella
y con los otros tripulantes fallecidos.
La niña de su corazón
Junior y
Carly Arias volvieron a trabajar en los noticiarios de Gigavisión, Jorge volvió
a los titulares. Están intentando volver a tener una vida normal, pero cuando este
padre vuelve a su casa, aún escucha la voz de Sisy: “Pa, no se olvide de esto”;
“Pa, no se olvide de sus medicamentos”. Ella siempre estaba pendiente y sabía
que su papá no era muy disciplinado con los horarios de su medicación para el
corazón.
A veces,
Jorge se sentaba al lado de Sisy y le preguntaba qué había hecho. “A veces,
tenía que sacarle con tirabuzón, porque ella era muy callada, pero también
noble y generosa”. Si veía a alguien con necesidad en la calle o en cualquier
lugar, le daba todo lo que tenía, sin importar si eran sus zapatos. Se
conmovía. Hace un par de años asistía a una iglesia y después a otra que estaba
en formación. Fue entonces cuando le contó a su papá que en el templo faltaban
aires acondicionados y que los niños se fatigaban. “Creo que ella compró
algunos”, dice mientras esboza una sonrisa.
Sisy Arias
comenzó estudiando Administración de Empresas y después probó con Derecho, pero
ninguna de esas carreras la llenaban. Por eso optó por Medicina y le fue bien,
tenía buenas calificaciones. Pero un día, después de un viaje, dio muchas
vueltas para confesarle a su papá que quería ser piloto de aerolínea y que para
eso tenía que estudiar, primero para ser piloto civil, después comercial,
después hacer un curso de multimotor y otros más, hasta llegar a una gran
empresa donde soñaba con especializarse en un tipo de avión. Optó por
inscribirse en una escuela en Santa Cruz, pero su papá le dijo que no, que se
fuera a EEUU porque era más seguro. Ella objetó por el precio de la formación, pero
ante el impulso dado por su familia, se fue y terminó su formación. Ese era su
sueño, su más caro anhelo.
Al concluir,
buscó una oportunidad en BoA, aunque fuera como extratripulante, y no lo
consiguió. Postuló a LAN y aprobó los exámenes, pero no pudo pasar cuando le
preguntaron qué hacía en su tiempo libre, y ella dijo que estaba con sus hijos,
cocinaba y leía. En LAN le dijeron que en la sicología del piloto, preferían a
alguien que no piense en su familia, sino en volar. “Yo le dije que ahí no se
acababa el mundo”, recuerda Jorge.
Comenzaron un
proyecto familiar y mientras este se encaminaba, apareció LaMia en el radar.
“El que la contactó fui yo, porque conocía a Vacaflores que había sido
tripulante de Aerosur. Él me contó cosas hermosas de LaMia, que estaban
haciendo vuelos chárter, emergiendo como empresa, que lo único que no tenían
era plata. También me habló del avión, que era bueno y que estaba bien
equipado… Pero, indudablemente, todo funciona con combustible”.
Ella estaba
muy ilusionada, porque quería hacer horas de vuelo, porque al ser una empresa
de vuelos chárter, eso no impediría que siga con el otro emprendimiento. En
enero debía ir a Suiza para hacer un curso e iba a ser certificada por la DGAC.
“Con eso ella estaba feliz. No era plata lo que necesitaba, sino construir la
carrera que había soñado con tanta pasión”.
Una herida sangrante
Al principio,
Jorge no pensaba en el tema, pero ahora concluye: “Hay culpables, hay
culpables. Creo que es coincidente el criterio de que iba con problemas de…
¿Qué nombre bonito se le podrá poner? Miseria suena muy feo, pobreza también,
escasez…pero fue un problema de plata. El avión estaba en perfectas condiciones.
Fue un problema de plata.
El piloto,
excelente piloto, se sobreestimó y subestimó los factores que él no controlaba.
Y eso costó la vida. Él tenía que haber aterrizado o en Cobija o en Bogotá y no
lo hizo, porque claro, el aterrizaje no es gratis y de repente no tenía plata
en el bolsillo o de repente la empresa no tenía disponible. Ya estoy hablando
de memoria…De repente llegando a Medellín le iban a pagar el 50% y con eso iba
a poner combustible y pagar el aeropuerto.
¿Y en su corazón qué deja eso, hay
perdón?
No sé qué
hay, no sé. Lo que sé es que hay una herida muy profunda. Son 71 y yo solo
estoy pensando en la mía. Cada uno llora a su ser querido. Yo creo que al final
habrá una acción judicial. No me corresponde decir quién es culpable. Pero
habrá una acción legal y esa acción va a tener mucho que ver con Aasana, con
quienes aprobaron ese plan de vuelo que no se podía aprobar, no había cómo”.
¿Ha pensado en iniciar una acción?
“No lo sé. La
Sisita tiene dos niños y su papá. Es muy posible que el papá, en representación
de los niños, se adhiera a una acción legal. Eso no tiene que volver a
repetirse. No puede ser una persona tan irresponsable. Una persona definiendo
la vida de más de 80 personas. Pobrecito el piloto, tan buen piloto. Y malo en
el momento en que le falló a la responsabilidad. Se sobreestimó, creyó que
podía controlar la situación”
Hace un año,
Jorge y sus tres hijos estaban en Europa. Al saber que Sisy ya no volvería, él
le escribió en Facebook que ella se adelantó, pero que volverían a encontrarse.
“Cuando nos golpea una cosa como esta, despertamos y nos damos cuenta de que
vivimos como si nunca fuéramos a morir o morimos como si nunca hubiéramos
vivido”.
Ella está con su familia
El adiós
definitivo era impensable para Jorge. Él no quiso dejar a Sisy sola en el
cementerio. Cremaron su cuerpo y ella descansa en una urna, en casa, junto a
una fotografía en la que sonríe para siempre, de la misma manera que lo hace en
el corazón de todos los miembros de su familia
El Deber / Mónica
Salvatierra Soruco
Jorge Arias: ¿Por qué no voy a ver una vez más a mi hija?
Reviewed by Fabian
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9:49:00 a.m.
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